Sexteo con un León - Malos Pensamientos
Era su último día en CDMX cuando nos encontramos en BUMBLE. Me gustó que no era pretencioso, no era el típico con la foto de galán de barrio, era interesante, enigmático como un León.
Por eso le hice match. Estaba cansada de salir con personas que escogía bajo catálogo. Tuve sexo con las personas más insulsas del mundo. Personas con las cuales no habría tenido sexo ni cuando estaba en la época de salir a ligar en bares.
La pandemia nos jodió a las personas solteras, igual no me quejo, fue la única que me jodió en esos tiempos. No cogí con nadie porque me negaba a abrir Bumble e invitar a mi casa a un desconocido que me trajera COVID.
Así que tuve una relación muy profunda conmigo misma. Probé todo tipo de vibradores, hasta los que juré que nunca probaría como ese que te da por el culo y la vagina al tiempo, no soy fan de la doble penetración, siento que no puedo respirar. Pero durante los días de pandemia, estaba dispuesta a todo.
Y no voy a mentir, exploré tanto conmigo misma que después de eso tuve un trío con un par de amigos que entre ellos tienen un crush pero no lo aceptan dentro de su Macho-rigidez. Como si entrar yo en la ecuación los hiciera menos deseosos de darse el uno al otro.
Ahí experimenté la doble penetración, tuve que escoger al pene menos grande para que me diera por detrás porque eso sí me dejó claro ese vibrador y es que no quiero nada muy grande por el culo.
Así que no me quejo de la, ya lejana, pandemia, a algunas personas les trajo flexibilidad en sus trabajos, a mí me trajo flexibilidad sexual; y no me refiero a la que mi gata tiene cuando se come la entrepata sin que ninguna articulación se lo impida, sino a la que ahora yo tengo que hasta regresé a Bumble.
Vamos a llamarlo El León, ahí estaba él. Me metí a sus fotos para darme cuenta de que cada una me daba más ganas de darle match, pero yo me había prometido que solo vería más no haría matches de ningún tipo.
Nadie más llamó mi atención. Esas aplicaciones habían perdido su mojo, en realidad nunca lo tuvieron, no es más que un montón de pajeros queriendo ser pajeados. No va conmigo, no es mi forma de que se me antoje tener sexo con alguien, creo que soy de la vieja escuela.
Habían pasado tres días desde mi entrada a Bumble para vitrinear, estaba cansada después de un día pesado, con una copa de vino en una mano y un porro en la otra. Bumble era la tercera pata que le faltaba a esta mesa. Estaba cachonda y el León vino a mi mente.
Le di una rápida buscadita y ahí estaba, con sus ojos que me ponían nerviosa, ni siquiera era guapo, de hecho era hegemónicamente feo, pero con esa energía en la mirada de “te voy a dar una cogida que no te imaginas” que me hacía querer al “feo”.
Le di match, ni siquiera lo pensé. Él ya me había dado match a mí. Quedamos conectados.
Me puse nerviosa, ¿qué iba a decir? Pero fue fácil porque él comenzó. O la divina sincronía estaba de nuestro lado o el personaje pasaba tanto tiempo en bumble que coincidimos.
- Por fin me diste match– escribió.
- Es que casi no me meto por aquí – mentí
- ¿Qué haces?
- Por aquí trabajando – mentí otra vez.
- (...)
No volvió a decir nada. Oficialmente era la más boba de todas. Había perdido mi práctica en el ligue y ahora había espantado hasta al “feo”.
Entonces decidí ser encantadora: – ¿Qué planes tienes hoy?
- No lo vas a creer...
- ¿Tienes que irte a alimentar al gato?– como si no supiera yo ya que cuando se espantan
salen corriendo.
- Jajaj, me caes bien. No. No vivo en CDMX y justo hoy me estoy regresando a casa.
- O sea que sí tienes que alimentar al Gato.
- Algo así, pero... si tuviera otra opción definitivamente iría a conocerte y no a alimentar el
gato.
- Bueno... ni hablar. Que te vaya bien.
- Hey! Hey! No te vayas.
- No?
- No!! Quieres que hablemos por WhatsApp y cuando esté de vuelta por CDMX nos vemos?
- ¿Para qué?
- ¿Siempre eres así de fría?
- Jaja... perdón... no es fría es desconfiada.
- Oh! Entiendo, no te juzgo... si yo fuera mujer también desconfiaría de nosotros.
- Solo por eso te voy a dar mi número de WhatsApp.
Pasaron 5 días antes de que me escribiera. Nunca entendí por qué le tomó tanto tiempo. Me hizo recapitular todas mis inseguridades y después me reí viéndome vulnerable por un vato que no conozco.
Hasta que ese día sonó mi WhatsApp y era su número desconocido. Primero me decía: - Hola guapa.
Luego llegó una foto modo amante... de esas que solo puedes abrir una sola vez y traen un relojito que anuncia polla. Quería verle más allá de la cara pero a la vez me daban nervios.
¿Cómo es que apenas cruzamos dos palabras y ya me está mandando una foto-polla? ¿De qué tamaño será su polla? Mi cabeza comenzaba a imaginarse todo, incluso que la foto que me mandaba sería una pérdida de erección absoluta y me tocaría bloquearlo, por que ¿qué vamos a ser? ¿Amigos?
Quería y a la vez no quería abrir esa foto. Sería el principio de un delicioso sexting o el final de lo que pudo haber sido un delicioso sexting. ¿Y si no la abro? ¿Y si le mando un fueguito y ya? ¿Y si le digo que qué rico y me evito la pena de ver un chorizo hervido?
La primera vez que una amiga se refirió a la polla de un amante como un chorizo hervido, no supe qué decir, qué pensar, fue lo más desagradable que escuché años. Definitivamente no se
me antojaba un chorizo hervido, no quiero que jamás me salga un chorizo hervido bajo ningún contexto.
¡Qué carajos! Abrí la foto confiando y ¡no era un chorizo hervido! “Era grandota, una chulería” cómo dijo la Diosa mayor.
La miré cuanto tiempo pude mientras salivaba y me imagina cochinadas sobre ese pedazo de polla, entonces la cerré y se perdió en el espacio sideral de los amantes, a donde van todas esas fotos que quizás nunca debieron ser enviadas.
Quedó guardada en mi memoria, orgullosa e inclinada la izquierda... ángulo que ya comenzaba a calcular para cuando me pusiera en 4 frente a él.
Saqué mi vibrador y me senté sobre él en la cama, con mi sexo palpitando y mojada contra el juguete que se activaba en velocidad 3.
Sentía la vibración en mi clítoris haciéndole crecer e hincharse, mi respiración se aceleraba y mis pezones se pusieron duros. Me terminé de quitar la ropa, solo tenía mi camisa y un bralette con tela transparente que dejaba ver el color de mis pezones. Pasé mis dedos sobre la tela, se sentía rico, suave y me erotizaba pensar que eran los dedos del León, la lengua del león que despacio despertaba cada poro con su aliento.
Mis rodillas se abrían más, buscaba llevar más profundo en mis labios la vibración, sentir más intenso en mi clitoris que latía de tan caliente que estaba.
Pendulé mi cadera hacia adelante y hacia atrás patinando con mi humedad sobre el vibrador rojo intenso. Desde el clitoris hasta mi ano me balanceaba buscando sensaciones que me escalaran hacia el climax.
Mientras yo me imaginaba sentada sobre él, patinando sobre su polla con mi cuca mojada, me entró su whatsapp diciendo: ¿Quieres culiar?
Con mis manos mojadas en mi propia humedad agarré mi celular y me tomé una selfie del cuello para abajo, con mis pezones en primer plano y mi cuca sobre el vibrador brillando en mis fluidos, en segundo.
Mandó tres fuegos, un emoticón con cara de babas y un splash de agua que asumo como que se me vino en la cara versión chat.
-Imagínate que estoy abajo de ti, con mi falo adentro de ti, con mis dientes mordiéndote los pezones parados
Encontré ese punto dulce en donde mi clítoris gritaba que metiera presión y apreté fuerte para exprimir el dulce elixir del orgasmo a punto de llegar.
Mientras llegaba al tope de mi excitación, abría los ojos para leer sus palabras e imaginarme su gran polla venosa punzándome adentro previo a la eyaculación, su dientes mordiendo mis pezones desesperados por su saliva.
Puse a grabar y le mandé un audio de mi orgasmo.
Apagué el celular y me di cuatro orgasmos más en los que gemí imaginando que el León me comía hasta no dejar nada de mí.
Me desperté con un video. Ya no eran ocultos, después de unas semanas de coger por WhatsApp, FaceTime y una vez por Instagram, nos dimos cuenta de que si ya nos habíamos cogido por todo el metaverso, podíamos quitar el modo amante.
Yo confiaba pero... o le mandaba mi cara o le mandaba mis tetas, o le mandaba mi cara o le mandaba mi cuca. Pero todo al tiempo... se necesitaba más que culiar como fetichistas del metaverso para yo evidenciarme de esa manera con los espías de Zuckerberg.
Su video era un close up de su deliciosa polla siendo masturbada por él. La tocaba con dos de sus dedos, era totalmente erótico, se tocaba los huevos y los jalaba un poco con sus manos y volvía a subir desde la base hasta su cabeza que se ponía cada vez más roja y cada vez más fuerte.
Quería teletranspórtame y ponerla en mi boca, chuparla como su fueran sus dedos los que la tocan, con ese perfeccionismo cachondo que me ponía a babear y no precisamente la boca.