La única obligación
Durante toda mi vida, mi gran sabio me ha enseñado que mi única obligación es ser feliz.
¡Vaya responsabilidad!
Aunque suena fácil, paradójicamente, ser feliz es una de las tareas más complejas de la vida. Las “obligaciones” sociales nos llevan, constantemente, a un punto en el que la felicidad se ve borrosa.
Nos quieren hacer creer que la felicidad tiene forma de cuenta de banco y que se mide con cuántos ceros a la derecha tiene tu número financiero.
También nos hacen creer que la felicidad es agarrar al primer hombre que se te aparezca, porque no vaya y sea te quedes vistiendo santos. Sin mencionar que mujer que no tenga hijos, casi, casi, está condenada a la infelicidad perpetua.
Nunca nos dicen que ser felices se trata de hacer lo que nos venga del forro del alma. Jamás escuchamos a alguien referirse a la felicidad como un estado del alma, más que como un estado económico.
Si tienes carro último modelo, casa en las Lomas y membresía al club más chic, entonces tienes una vida equivalente a la felicidad. Si no, entonces siempre vivirás deseando tenerlo para, entonces, poder ser feliz. Muchos padres obligan a sus hijos a estudiar carreras que no quieren, a vivir en situaciones que no desean, sólo porque para ellos, la felicidad tiene unos lineamientos específicos.
Si quieres ser artista te vas a morir de hambre y eso no es felicidad. Si quieres ser carpintero serás la vergüenza de la familia, ¡qué pocas ambiciones! Si quieres una vida simple, eres un acomodado.
Por eso la felicidad es tan compleja, porque para lograrla toca tener mucho valor para hacer de los oídos, unos oídos sordos a palabras tan necias y sin profundidad.
Para mí, la felicidad radica en las cosas más simples: en tiempo de calidad con mis padres, en coleccionar momentos llenos de alegría con mi marido, en abrazar fuertemente a mi perrita. En ver a una gran amiga vestida de blanco con una sonrisa que le rebasa las orejas. En meditar y conectarme con mi grandeza interior.
La felicidad se me expande cada que llego a la gente con mis palabras escritas, cada que alguien me deja saber que pude ayudarle. La felicidad se proyecta cuando tras un sacrificio obtengo un gran logro. Cuando me estiro y agradezco porque tengo todo para ser feliz.
La felicidad para mí es permitirme ser quien soy, sin obligarme a nada que no quiera y sin traicionarme a mi misma. La felicidad me la brinda ser honesta y regalar momentos de felicidad a quienes más amo. Mi felicidad se hace presente cuando soy consciente de mis errores y quiero cambiarlos, cuando hago algo que va en contra de quien soy y tengo el valor de enderezar el camino. La felicidad me sorprende cuando no pierdo mi capacidad de sorpresa.
La felicidad se hace presente cuando cometo un error y me atrevo a pedir perdón con el alma y cuando alguien que me hizo daño me ofrece una disculpa sincera. Cuando puedo volver a abrazar a una amiga o amigo que hace tiempo no veo, cuando regreso de vacaciones y mi Mayath me recibe con brincos y vueltas y una cola loca que de tanta emoción pierde su ritmo.
Por eso es mejor hacer caso omiso de lo que los demás piensan qué es la felicidad, porque la felicidad es un estado tan íntimo que solamente uno puede saber qué es lo que le hace feliz.
El reto es optar por ese camino, aunque algunos se opongan o eso signifique que tienes que volver a empezar. Porque la única obligación que tenemos, cuando llegamos a este planetita, es gozarnos el don de la vida y el mejor homenaje para el universo, es ser felices.