La semilla del amor
Encontrar una pareja perfecta es el sueño de muchos, realidad de pocos.
Desde muy pequeños nos hacen la promesa de que ese amor de ensueño llegará y todo será más fácil, entonces, sólo entonces, seremos felices.
Nos instalan paradigmas que delinean nuestra vida y sus resultados ante el amor: las Cirilas seremos princesas esperando a que el amor aparezca por una ventana, mientras tanto dormiremos con la trompa parada hasta que el beso que nos “salve” toque nuestros labios.
Sobre los Cirilos pesa la carga de rescatar a esa princesa tras romperse la madre con un dragón.
Entonces, sólo entonces, serán felices.
El amor de pareja, la aparición del príncipe azul y la trompa parada de la princesa, son cuentos de hadas en donde jamás mencionan el amor propio.
La semilla de una vida en equilibrio es el amor propio. Desde ahí se empieza, ahí se termina y por ahí se camina.
Ayer escuché una bonita metáfora: los bambúes se demoran mucho en crecer porque primero trabajan en su raíz, hasta que no la fortaleces no comienzan a proyectarse hacia el cielo. Eso sí, cuando un bambú comienza a crecer, no hay viento, ni tormenta ni huracán que lo detenga.
Si nos convirtiéramos en bambúes, la búsqueda del amor verdadero sería más fácil, pues al comenzar por nosotros mismos y fomentar el amor más grande, entonces el panorama se abriría de maneras luminosas.
Hay tres pasos que considero fundamentales para acceder a un amor de dos de leyenda: amor propio, saber perfectamente el tipo de persona que quiero, pero más importante cómo me quiero sentir con esa persona, no entrar en relaciones sin conocer bien a quienes parecen buenos candidatos.
Lo que pasa es que nos aceleramos porque nuestro amor propio es débil. Cuando buscas que te amen para entonces poder amarte, estás apuntándote en la lista de una relación de abuso.
Cuando entregas tu corazón a personas que no llenan tus expectativas, estás apuntándote en la lista de una relación insatisfactoria. Cuando no sabes lo que deseas, ni cómo lo deseas, sino que lo que quieres es no estar sol@, estás apuntándote en la lista de la soledad.
Antes de enamorarte de alguien más debes enamorarte de ti mism@. No puedes vender un producto si no lo has usado, si no te encantan los resultados que ha dado en ti. Aunque tú no eres un producto, para lograr que el/la adecuad@se enamoren de ti, tienes que mostrar qué es eso tan maravilloso que entregarías y eso sólo lo conoces, entregándotelo a ti mism@ primero.
No se trata de enamorarte para que te entreguen seguridad, amor, confianza, sino lo que tú tienes para ofrecer, entonces, sólo entonces, serás feliz.
No porque sepas lo que puedes entregar y te sientes con tu propuesta a esperar entregarlo, sino porque al saber lo que eres, al conocer tu potencial, cuando te amas por sobre todas las cosas y encuentras tu valor, es imposible no ser feliz.
Aunque ese amor no llegue todavía, experimentas en el amor propio, un idilio que garantiza el amor eterno.