Dar, ayudar y permitirse recibir

©OnceUponsFairyDog IMG_9228_ Dos gemelos divagaban en las calles. Su camino fue torcido desde su infancia por lo que les tocó vivir. Ambos metidos en las drogas, ambos con compañías nocivas.

Un día, una mujer con dinero y sin hijos, les ofreció a ambos estudiar, hacer una carrera para darles una esperanza en su futuro. Uno de ellos aceptó, el otro tomó la decisión de seguir con la vida que llevaba.

Hace unos años, el gemelo que aceptó la ayuda desinteresada de tan buena mujer se graduó de su carrera. Ahora, aunque no tiene la vida que desearía, por lo menos no sigue en las calles ni ha perdido sus dientes por las drogas ni ha pasado por la oscuridad que su hermano decidió afrontar.

Esta historia es cierta, no se trata de un invento para encontrar una moraleja, más bien la pongo de ejemplo para lo que deseo transmitir.

Todos podemos ayudar, todos podemos hacer un cambio en este mundo, no importa cuál sea, si todos nos damos la oportunidad de escuchar esa voz interna que nos insta a hacer algo por los demás, entonces, sólo entonces, nuestro mundo cambiará y la humanidad tendrá una nueva esperanza.

Al lado de esta voz que nos motiva a dar algo de nosotros desinteresadamente a los demás, existe otra voz que nos detiene, una más fuerte, más convincente: la voz de nuestro ego.

Nuestro ego habita en esa zona de confort de la que no desea salirse para ayudar a nadie, mas no habla con claridad, no lo dice de esa forma, no dice que tiene pereza y desidia. Más bien nos convence de que, por más que ayudemos, no habrá ningún cambio significativo.

No ayudes al mendigo, pues convertirá tus pesos en droga; no ayudes a la madre, pues seguramente alquila al niño; no ayudes a los animales, pues eso ya no tiene remedio.

Esa voz es consistente, pero en nuestras manos está no escucharla y dar el paso hacia ser un buen humano. Hacer lo que está en nuestras manos, por otros, es únicamente nuestra responsabilidad; lo que cada quien haga con esa ayuda que nosotros brindamos, es la suya.

Ni todos los mendigos se van a gastar el dinero en droga, ni todas las madres alquilan a su hijo, ni la crueldad animal es imparable.

Puede que no cambies el mundo con una acción, pero puedes hacer un cambio significativo en el de quien ayudas.

Todos podemos hacerlo, para eso estamos aquí, para eso vinimos a esta vida, no para saciar al ego en todos sus caprichos, sino para ayudar y permitir que nos ayuden cuando lo necesitamos.

Hasta el más rico necesita palabras de aliento que el dinero no puede comprar, y pueden ser esas palabras confortadoras las que le ayuden a enderezar su vida, a encontrar una solución a sus problemas, un alivio a su situación.

Demos aunque sea una hora de nuestras 168 horas semanales para hacer algo por los demás. Puedes desde unirte a una causa que te motive hasta preparar sándwiches para niños de la calle de la esquina de tu casa. Comprar un costal de croquetas para algún refugio animal, llevar un perrito atropellado al veterinario o dar una bolsa de pañales a una maría de la calle. Incluso puedes ayudar a un familiar o un buen amigo a enfrentar un problema.

Cuando se quiere se buscan caminos, cuando no, se buscan excusas. Cambiemos el mundo juntos, haciendo pequeños cambios que cuando se sumen hagan una explosión de bondad.

Namasté.

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