Rumiando el presente
Recibí una pregunta, de parte de una Cirila de luz (¿a poco no se oye bien lindo el apellido que les puse?), que me inspiró para compartirla:
“¿Qué significa vivir el presente? ¿Que nunca más debo de pensar en mi pasado? ¿Que debo de abandonar las metas? ¿Que tengo que subsistir como si fuera un rumiante, observando mi vida pasar hasta el día de mi muerte?”
Quiero contestar esas preguntas que sacuden el alma desde total empatía, pues alguna vez me pregunté exactamente lo mismo con un poco de indignación.
Indignación porque la vida no podía ser tan simple como “rumiar el presente”. A mí me enseñaron que, para hacer dinero y tener todo lo que quería (múltiples necesidades aparentes), tenía que trabajar y sufrir y sacrificar y hacer de mi vida un viacrucis.
Me hicieron creer que el pasado te hace quien eres y tus vistas a futuro definen quién serás. Entre más puestos escalas, más exitoso eres; entre más dinero haces, más respetado eres.
Por eso sentí indignación, porque la vida que me vendieron era difícil, desesperanzadora y un tanto aburrida.
No me habían explicado que cuando respiro, me centro y me anclo al momento presente, puedo respirar más profundo y escuchar cómo suena el mar en mi garganta. Mi perspectiva no me permitía ver que el pasado me tenía prisionera, que mis experiencias me habían encasillado en una sola forma de vivir y asimilar la vida.
Vivir el presente no significa olvidar el pasado. El pasado es parte de tu camino, por eso lo honras y honras a cada una de las personas que han parado por allí. No importa sin han sido para alegrías o sufrimientos, de cada una de ellas aprendiste algo y eso lo agradeces todos los días.
Vives en el presente no porque te conviertas en un robot que anule el pasado y se obnubile ante el futuro, sino porque, a cada paso que das, sea bañándote, trabajando o leyendo un libro, estás ahí, presente, en todo lo que haces, en cada “te amo” que dices o cuando pruebas una sopa que te recuerda tu niñez.
¿Sabes por qué esa sopa te recuerda tu niñez? Porque en ese momento estabas presente, saboreando esa sopa que, sin saber por qué, te dejó una huella en el alma.
Vivir el presente es como ver la vida bajo la óptica de un niño que no se preocupa por lo que ya no es y no se intranquiliza por lo que aún no llega.
Y vives aquí, ahora, honrando tu cuerpo, convirtiendo tu vida en un ritual, comportándote desde el amor, consciente de tus reacciones, alerta de tus emociones, aquí, ahora, observando cada respiración que tomas. Escuchando el mar…
Y así, gracias a que aprendí a rumiar cada gota de mi presente, es que hoy puedo decir que no hay mejor momento para ser lo que quieres ser, para amar, para crear y visualizar, que el presente infinito.