Misión
Hace tiempo me encontré en un camino sin misión. Mi sintomatología era tan clara como la de una gripa: falta de responsabilidad en mi vida, delegación de mi felicidad a otras personas, falta de inspiración y pasión en mis días, exceso de tiempo libre, frustración disfrazada de “así estoy bien”.
Comprendí que hay dos formas de enfrentar la vida: haciéndome wey o comprometiendo hasta las tripas.
Hacerte wey es apoltronarte en tu zona de confort. Ir por la vida como una veleta que agarra lo que le pongan en frente. En esta zona descubrí que es bien fácil hacerse wey y pensar que estás fluyendo con la energía divina. Lo que el universo quiere, lo tendré…
Mal, grave. Esa forma de ver la vida no es más que la máscara del conformismo patológico. Es verdad que fluir con la energía es la mejor manera de caminar, pero no confundas fluir con ser veleta.
Fluir es tener una misión de vida y escuchar las señales que el universo manda para que elijas el camino correcto. Ser una veleta es sentarte a esperar a que las cosas pasen, y cuando no pasan, tampoco hacer nada al respecto.
Bueno, sí, quejarte y victimizarte porque nada te sale como quieres.
Cuando fluyes, creas tu vida. Cuando te montas en la veleta, dejas que el azar se la invente. Cuando no hay estrategia, no hay nada.
Al no tener una misión en tu vida, te conviertes en un manojo de incertidumbres y frustraciones. Nada te motiva, sientes que la rutina te cae encima como un peso insostenible, no hallas ni por dónde ni hacia dónde.
Millones de personas en este mundo desarrollan trabajo que no les gusta, que odian —de hecho—, se quejan constantemente de que su vida está orientada a sobrevivir y el esparcimiento no hace parte de su rutina de estrés.
Nos han metido en la cabeza que tenemos que desarrollar determinados trabajos para poder generar dinero y, con ese paradigma, cual letra escarlata, pegado en nuestro inconsciente, es muy difícil acercarnos a comprender que todos vinimos a esta vida con una misión, el objetivo es encontrarla.
Todos tenemos talentos y pasiones, no hay un solo ser humano sobre la faz de nuestro planeta que no tenga un sueño oculto, que no fantasee con hacer algo en su vida y, no sólo eso, sino hacer dinero de ello.
Lo que pasa es que queremos que todo sea sencillito y sin mayor aspaviento, nos da pereza rompernos la madre por nuestros sueños, nos detenemos al primer fracaso e ignoramos que el exitoso no es quien no fracasa, sino quien se levanta y sigue luchando.
Somos seres espirituales y nuestro espíritu necesita de una fórmula para sentirse pleno.
No, no se trata de ceros en una cuenta bancaria ni carros de lujo ni casa de revista. La fórmula es simple: crecimiento + ayuda
Al descubrir nuestros verdaderos talentos y convertirlos en nuestro modo de vida, el dinero llega solo. ¿Fácil? Para algunos lo es, para otros no tanto, pero de eso se trata nuestro camino de vida, de volver esta experiencia memorable, de ayudar a los demás y crecer gracias a esa ayuda.
De entregarnos a lo que hacemos con la certeza de que el dinero, al ser una entidad energética, nos perseguirá el día que dejemos de acecharlo y comencemos a hacer lo que más amamos.
Entonces, estarás fluyendo.