Descifrando mi locura
Se me va la vida definiéndome, intentando colocarme dentro de ese grupo de personas que saben "quiénes son", que te pueden decir, sin pensar, cuál es su color favorito, o su película favorita, su marca de ropa preferida, su comida más antojada... Yo, en cambio, cambio de color preferido conforme mi estado de ánimo, y si veo una película que me guste muy probablemente será la favorita de cierto momento. Me identifico con ciertas cosas con las que después no estoy de acuerdo, pero he aprendido a disfrutar pequeños detalles, todo por el afán de hacer mi vida un poco más intensa, por el miedo a morir espiritualmente, por terror a perder mi capacidad de asombro. Todo el tiempo estoy dispuesta a que la vida me sorprenda y aún así no logro sacar de mi cabeza los ecos siniestros de aquel juez con birrete de satín que insiste en que planee mi futuro, en que ya tengo edad de saber cuáles son las cosas que me gustan, cuáles las que no...He aprendido a cerrar los ojos cuando como el postre de chocolate que tanto me gusta, sentir todos mis sentidos despertar ante una insignificante cucharada de soufflé. Me apasiona tomar una copa de vino tendida en la sala escuchando música, a veces cantando a pulmón desatado, otras simplemente recapitulando el día y soñando con mi mañana ideal. Repito las canciones hasta el cansancio, cuando algo me gusta lo exprimo y lo exprimo y lo vuelvo a exprimir; soy incapaz de perderme un capítulo de mi serie favorita, la grabaré, la buscaré en internet si es necesario... me considero intensa en mis gustos. No me puedo comer una sola trufa... por eso no tengo en mi casa, pues he aprendido durante la vida a mantenerme alejada de los vicios, casi no puedo con uno... mi adorado cigarro, mi fiel compañero en esas noches en las que me sumergía entre humo a escribir y dejar plasmados en una pantalla de computador lo que mis yemas iban arrojando en cada golpe al teclado; ahora ese también se fue. Sé remplazar gustos y disgustos, si algo me ha enseñado este loco camino de vivir ha sido a capitalizar, a dejarme de lamentar y pensar que todos son canales que me conducirán a todos los mañanas que hagan falta, que escrito o no, marque el destino. Si hay algo en la vida que detesto son las frases preestablecidas, los arquetipos, y aún así todavía peleo con algunos de ellos en mi vida diaria, pues me sorprendo rodeada de clichés, de situaciones y actitudes que me llevan a ser igual a esa borregada de la que tanto huyo. Ser auténtica me parece una de mis más grandes virtudes, no miento, por lo menos eso intento, procuro decir las cosas como me salen del forro de mis entrañas y me fascina haber aprendido a decir "no". No me tomo las cosas personales, alguna vez lo hice y me causó gastritis, hoy prefiero pensar que nadie hace las cosas pensando en otros, sino que las hacemos pensando en lo que nos conviene y bueno... a veces agredimos a otros, herimos susceptibilidades sin deberla ni temerla. Mi peor defecto: la impulsividad. Me doy miedo, lo confieso, cuando algo se me mete en la cabeza voy por eso, el problema es que muchas veces entorpezco mi camino por dar pasos acelerados. Llevo varios años luchando contra eso, me ha llevado a cometer cosas terribles, a caer en mentiras, engaños y tonterías que bien me podría haber evitado. Hoy sé que no soy tan impulsiva como antes, hoy sé que logré vencer un poco ese defecto... pero han aparecido nuevos. Nuevas Anna Bolena's que me sorprenden en ciertas actitudes que no conocía, me miro ante un espejo y me presento a mí misma entre risas, a veces entre lágrimas, porque estoy en continuo flujo de crecimiento. Creo que todo es perfectible, desde muy pequeña mi padre me lo dijo, eso y... que mi única obligación en esta vida es ser feliz. Me gusta pasar la vida pendiente de lo que me sucede, de lo que hoy pienso que ayer no, de lo que hoy soy capaz de ponerme y ayer me daba pena, de mis complejos, de mis ganas absurdas de vivir y no morir en el intento. Dejaría de ser humano si no le tuviera terror a la muerte, pero lo que me da miedo no es dejar de respirar, lo que me da infinita ansiedad es dejar de respirar sin haber dejado algo, reflexiones, momentos regados por ahí con la gente que amo para siempre, que amo por momentos. Considero que no hay nada más hermoso que el amor en todas sus presentaciones, tengo amigos maravillosos y amores de vida que nunca serán olvidados, que siempre tendrán su parcelita en este inmenso corazón que intenta experimentar el amor en todas sus facetas. Soy adicta a crear momentos con mis amigos, a reír, a disfrutar sin freno de todos esos segundos en los que puedo ser yo, sin máscaras de intelectual o de ser maduro, cuando puedo bailar y cantar sin pena por algún camellón y sonreír sin pena. Ser hija única me orilló a buscar hermanos y hoy soy la hija única con más hermanos de mi mundo, eso no me deja caer en ningún momento, colecciono seres hermosos y me gusta conservarlos, seguir procurando instantes que queden en nuestras memorias, recuerdos, en eso que prevalece más allá de la muerte, del olvido, del tiempo. Creo en el amor absurdo, loco y desmedido. Hoy creo en ese tipo de amor que sólo nace, porque la química es tan fuerte que no da tiempo de utilizar la razón. Sigo mis instintos e intento escuchar mi intuición; ese latido fuerte y discorde que se hace presente cuando estoy en peligro, a diferencia del latido espumoso y pleno cuando el lugar en el que me acurruco es correcto. Toda la vida buscaré el romance, me hace volar, despegar los pies del suelo, sonreír sin motivo aparente. Me gusta despertar a media noche y traer a mi mente recuerdos de amor, abrir mi libreta y sacarle sangre a las hojas con pensamientos dispersos, que no se ponen de acuerdo pero invaden cada célula de mi ser. Recuerdo más las pequeñas cosas, una noche de luna llena platicando con el amor de la vida del momento en un balcón, o un atardecer acompañada de un rico vino o una tarde en las cobijas abrazada del hombre que amo. Bailo sola en casa... para algunos eso no es normal, pero bailar me hace despertar mis sentidos, hace correr mi energía y conectarme conmigo. Cuando cierro los ojos y siento ese vértigo que todo el tiempo tenemos en el estómago pero sosegamos por miedo a que nos encasillen de infantiles. A veces la cama se convierte en una balsa en la mitad de un mar calmo, silencioso, solitario, es ahí en medio de la soledad, cuando me puedo poner en contacto conmigo, cuando puedo entender lo que me sucede, lo que por género me corresponde, lo que anhelo, lo que no disfruto de mí en compañía de nadie. Comparto mi soledad con un ser que lo único que me regala es amor, mi fiel amigo Chamán. ...Porque descifrarme siempre me ha costado trabajo, prefiero vivir la vida y esperar a que me siga sorprendiendo, a que me muestre nuevas alternativas, me rectifique en el camino y a tener la capacidad de aceptar lo que en sus corrientes de aire traiga.