Y qué...

yqueY me vuelvo a preguntar qué pasa con la humanidad. Me doy cuenta de que infortunadamente aún  existen muchas personas que no buscan la paz, o que piensan que buscar la paz con la violencia como medio es la solución. Me topo constantemente con seres amargos que destilan veneno, que irradian mala vibra y disfrutan de insultar, de dañar, de pisar con sus palabras y sus actos a quienes juzgan bajo la vara de su percepción. Sí, confieso que me afecta.

Me doy cuenta que mi profundo deseo de que el mundo sea un lugar de amor, es tan lejano que me duele. Siempre hay un pretexto para agredirnos. Si a alguien no le parece la ideología política del otro, simplemente porque no es la misma suya, lo insulta. Si mi Dios es diferente al tuyo, entonces yo estoy mal, porque no comparto tus creencias. ¿En qué momento todo el mundo empezó a tener la verdad absoluta? ¿En qué momento decidimos que la manera de discutir no es con buenos discursos sino con agresiones verbales o físicas? ¿Cuándo escogimos el camino de no dejarnos ser? ¡Qué razón tenían los Beatles!

Por qué te cuesta tanto trabajo comprender que soy diferente a ti, he vivido otras cosas, he pasado otras experiencias. Por qué insistes en que si no comparto tu manera de pensar entonces me convierto en merecedora de insultos, de tu irrespeto venenoso que termina saliéndose de los parámetros de la convivencia en paz. ¿Cuándo decidiste que tu sexualidad es más merecedora de respeto que la de al lado que ama a un ser de su propio sexo? ¿Quién nos dijo que es nuestro deber hacer sufrir a quien es diferente?

Con la facilidad que tenemos hoy para expresarnos, para llegar a todos y comunicar nuestros pensamientos, debería haber más tolerancia, más nos deberíamos de dar cuenta de la cantidad inmensa de mentes pensando diferente a la nuestra. Abrir nuestros horizontes, mirar el bosque, alejarnos del árbol que no nos deja respirar nuevas cosas. No se trata de cambiar los ideales, ni las creencias, ni los métodos de llevar cada quien su vida, sino de aprender a respetar los ideales, las creencias y los métodos ajenos que tienen tanta validez como los propios. Dejar ser.

¿Quién te dijo a ti que tu manera de proceder es la correcta universalmente? Es la que tú escogiste y por eso mereces todo mi respeto y mis buenos deseos para que seas feliz. Pero es tuya y no es ni mi derecho ni el de nadie agredirte porque yo pueda no estar de acuerdo.

Hasta que el mundo no comprenda eso, las guerras no acabarán, el hambre no cederá y las injusticias seguirán siendo la orden del día. Porque vivimos en un mundo intolerante, somos una especie que no solamente depreda el planeta en donde vive, sino que se  convierte en depredador del alma ajena. Nos creemos con la batuta y el derecho de juzgar lo que no nos parece, sin darnos cuenta que nuestros propios procederes están vulnerables de ser juzgados ¿eso nos gusta? ¿Vivir en un estrado martillando a voz viva la vida o los pensamientos de quienes no nos conciernen? De quienes no nos están pidiendo nuestra opinión, de quienes solamente quieren vivir y ya.

Y me duele porque no me gusta que me juzguen, ni que me insulten ni que me agredan cuando yo procuro no agredir a nadie, cuando mis actos o palabras no llevan la más mínima intención de lastimar sino de poner mi granito de arena por hacer mi mundo un lugar mejor, por lo menos para mi y los que me rodean. De hacer sonreír o reír o llorar, pero jamás de agredir.

Y me encuentro con agresiones por doquier, por tonterías como un partido político (sí, ese es mi pensar) ¿por qué tengo que creer en tu elegido? Y qué si no creo en la política, y qué si pienso que todos son una bola de abusivos que se cuelgan de la esperanza de la gente por tener un mejor lugar qué brindarle a sus hijos. Y qué si creo que mi país necesita otro prócer, uno en el que creamos todos. Y qué si no me arrodillo ante un altar, y qué si a quien tu le rezas no es el mismo a quien le rezo yo ¿qué más te da?

Déjame vivir y vive feliz con tus decisiones, con tus propias elecciones que no te gusta ver juzgadas. Pero te pido una cosa no hagas con el de al lado lo que no quieres que hagan contigo, esa es la mejor manera de comenzar a sanarnos como especie, como humanos que a veces parecemos más animales que racionales.