Uno de mis tantos sueños...
Esta tierra necesita más humanos, pero humanos de verdad, humanos que revivan lo que era ser humano cuando el planeta funcionaba. Hoy los humanos somos inhumanos y me pregunto si en años futuros seguirá nuestra especie llamándose "humana" si somos todo menos "humanos".
No estoy segura si con los años me he vuelto más llorona, más sensible o menos tolerante hacia el dolor. No me refiero hacia mi umbral del dolor cuando me entierro una espina en el dedo y paso incapacitada por tres días; ese umbral no tiene remedio. Me refiero a ese umbral que me falla con constancia cuando veo un animal que sufre, un niño con su carita sucia pidiendo un pan o un viejo abandonado por su familia. Me dan ganas de ayudar, me dan ganas de hacer algo, pero muchas veces no sé ni por donde comenzar, lo bueno es que estos bríos se renuevan a diario cuando veo que el dolor predomina en esta tierra, comenzando por ella, que sufre con la bendita plaga humana que día con día la consume.
Ahora imagino que somos dos bandos, los que queremos cambiar y así salvar el planeta, y los que insisten en hacer las cosas, o más bien en no hacer nada, de forma que nuestro hogar y todos los que vivimos en él nos vayamos en picada. Como en todo ser vivo hay virus y glóbulos rojos que contraatacan la enfermedad, me gusta pensar que yo hago parte de esos glóbulos rojos que de pequeñas formas va buscando, no solamente sumar más glóbulos rojos a este sistema podrido, sino que utiliza todas las herramientas de las que puede echar mano para acabar con la infección.
Cuando decides entrar en ese camino de ayudar y esperar que la vida te provea de las herramientas, te llevas gratas sorpresas. Hace un año que tomé las riendas de mi deseo y comencé por mi hogar. Mi primer paso hacia eso fue cumplir la promesa que le hice a mi amado perro Chamán de no comprar un perro de raza después de él, que hasta linaje de sangre azul le corría por sus venas, al final fue mi amigo fiel y nunca me sirvió de nada su pedigree, ni lo hizo mejor perro su ascendencia campeona de trofeos. Adopté la perrita con menos raza del lugar, una coyotita que parece todo menos perro y que me ha hecho una feliz dueña de una gran amiga agradecida.
Luego seguí con mi idea de volverme sostenible, por lo menos lo más que pudiera, y aunque todavía estoy a varios pasos de lograrlo, me sorprendí reciclando contenedores de cristal en mi casa y sustituyendo los recipientes de plástico que compramos por montones porque juramos que son necesarios. Esta cultura adicta al plástico nos consume, lo bueno es que veo una luz de esperanza.
Ahora tengo un huerto, al que mi Mr. JC le hace mofa porque aunque parezca sencillo las plantas no son tan fáciles de cuidar, menos cuando se trata de frutos y vegetales. "El cementerio" como lo apodó, cada día me da más enseñanzas, probablemente más lecciones que frutos comestibles, pero estoy segura que el camino del aprendizaje es lo más importante.
De repente comencé a sustituir mis jabones por productos eco amigables y mejor aún, algunos hechos por mí, que no solo cuidan el ambiente sino también mi bolsillo. Dejé de consumir tanta carne como lo hacía con anterioridad y hoy puedo decir orgullosa que llevamos tres semanas sin un buen trozo de carne. Ahora la comida de mi casa es, en más de un 50%, producto de pescadores artesanales y de granjas orgánicas que dan una vida digna a los animales y un trato correcto a los vegetales que pongo en mi mesa.
Me encuentro feliz, porque esos pequeños avances hacen que me apegue más a la madre naturaleza y como por arte de magia mi sistema funciona de maravilla, tengo más energía, me siento sana y con motivación para continuar por este camino que tantos beneficios me ha traído. Pero lo mejor de todo es que el efecto dominó comienza a manifestarse, muchas personas que vienen a casa y conocen nuestros hábitos de vida empiezan a adoptarlos, preguntan sobre cómo hacer los jabones, se deciden a tener un huerto y se enamoran tanto de nuestra perrita que consideran adoptar en vez de comprar un perro de raza.
Por eso sueño con que los que somos los glóbulos rojos de este planeta, cada vez contagiemos a más personas que se unan a este equipo, que comiencen poco a poco, que se acerquen más a la madre tierra y a la compasión por todos los seres sin importar su especie. Pues estoy segura que cuando menos nos demos cuenta sí seremos la generación que salvó al planeta, que comenzó a vivir de manera sustentable, que guió su profesión hacia los recursos renovables, que volvió a pintar de verde el panorama y redujo al mínimo el cancer que se estaba consumiendo a nuestra sociedad.
AlasdeOrquidea