Pasión (II)
En mi columna del lunes les compartí un poco de mi intimidad. De mi enfrentamiento con la oscuridad que equilibra mi luz.
Desde allí quiero retomar.
Nos hemos acostumbrado a negar nuestra oscuridad, a decir que es nuestra parte “mala”, es posible que “podrida”, pero hoy les quiero exponer una nueva forma de enfrentarse a esa sombra que todos tenemos y que ha sido relegada a la indiferencia.
Es en la oscuridad cuando aprendemos más de nosotros mismos. Hoy doy gracias a todos y cada uno de los momentos en que mi sombra aparece, disfrazada de ego, disfrazada de tristeza o depresión. Doy gracias, no porque me guste revolcarme en sentimientos similares, sino porque cuando he sido esos estados, he aprendido a crecer.
Entre más difícil sea el momento de oscuridad que pases, más profundo será tu crecimiento, más claro será tu despertar.
Las enfermedades, muertes, quiebras, rompimiento de relaciones amorosas, y demás situaciones imaginables que nadie quiere vivir, son oro cuando de despertar se trata.
Cuando llegan estos despertares repentinos, que parecieran sacudirnos, entonces nos encaminamos hacia la pasión de vivir. Yo sé, suena difícil de digerir, pero si la vida fuera un paseo por las nubes, la felicidad no tuviera el significado que posee.
Al hablar de pasión por la vida no sólo me refiero a decir: “¡Qué bonita es esta vida!”, sino a hacerla contar. A no pasar por desapercibido, a dejar una huella. Entonces, ¿cómo hacemos de nuestra vida una vida memorable?
Lo primero, y fundamental, es encontrar nuestra misión de vida.
¿Suena complejo? No lo es, sin embargo, es una gran responsabilidad, tanto con nosotros como con los demás. Todo plan de vida incluye a otras personas además de ti, incluye ayuda, incluye empujar la humanidad (no importa cuántos sean) hacia delante.
Cuando encuentras tu misión de vida automáticamente encuentras la pasión de la que te hablo. Te descubres deseando que amanezca pronto para poder dar un día más a tu misión, para avanzar, para aprender, para aplicar. Entonces, el dinero y las formas llegan solos, es alquimia pura.
La mejor forma de ponerte en contacto —o comenzar el proceso de hacerlo— con tu misión de vida, es siendo muy claro en lo que amas hacer en la vida. No lo que te obligaron o tuviste que estudiar, no lo que tú crees o creíste que te daría más dinero —ése es un contrato caro a pagar—, sino lo que AMAS hacer, lo que te mueve, lo que te apasiona.
El truco está en ¿cómo aplicar eso de manera que te pueda generar los recursos económicos para vivir según tus parámetros?
Ése puede ser el reto, pero no sólo es un reto hermoso, sino que te pone en el camino de una vida con significado. Recuerda, el universo siempre proveerá.
En mi columna de mañana te ayudaré a comenzar el proceso de encontrar tu misión de vida y así vivir cada día con pasión.
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