Luz en el camino

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Honro la interpretación que cada quien le da a Dios. Según la práctica religiosa, espiritual o muy personal, todos tenemos derecho de representar a Dios en nuestras vidas como mejor conectemos con esa inmensa energía amorosa.

Para mí, Dios es una gran Fuente de luz que mantiene unida a toda la creación física, mental y espiritual. Dios es un ser tan bello y bondadoso que cada que le busco en estado meditativo, está allí para darme respuestas y confortar mi alma.

Por eso, por toda la alegría que me provoca cuando conecto con la Fuente y su inmensa sabiduría, honro esa alegría manifestada en el alma de cualquier ser viviente.

Visualizo a la Fuente como un todo que se da infinitamente y al cual podemos acceder en abundancia cuando abrimos nuestro corazón y nos rendimos ante la magnitud de este universo en el cual no somos más que polvo de estrellas.

Y me deseo dar de la misma forma a quienes amo, a mi esposo, a mi familia, a mis amig@s, de esa forma en la que el amor es infinito y respeta la identidad humana de cada uno en el poder de decidir, con libertad, su camino.

Así, confío. Confío en que somos una extensión de esa gran luz, que encarnamos en esta experiencia humana para la elevación del todo energético y sus vibraciones. Para llevar hasta el amor, la frecuencia de nuestra propia energía, guiados por la intuición, el gran regalo que la Fuente nos dio a cada uno de nosotros.

Así, acepto. Acepto que cada una de las fichas que se mueven en mi tablero son movidas por las manos de esa Fuente que cuida mi espalda, que me protege y que vela porque mi misión de vida sea fuerte, poderosa y según el plan de mi destino en amor.

Así, sonrío. Sonrío aunque a veces las emociones se me desborden en lágrimas, porque la Fuente mueve una ficha que genera desprendimiento, pero sonrío porque nunca me he quedado sin explicación en el camino, porque para que haya espacio para lo nuevo, debo dejar ir y cerrar ciclos con agradecimiento y honrando el plan divino.

Así, me entrego. Me entrego a la posibilidad de fluir en la energía divina de este todo del que no tengo control. Entrego la resistencia al cambio, a las puertas que parecieran cerrarse; cambio mi óptica y las veo abrirse.

Así, amo. Entrego amor a manos llenas a cada una de las decisiones que se toman para mi camino.

Así, agradezco, porque para que haya una buena cosecha, las hierbas deben de salir. Porque lo que alguna vez fue suelo fértil, deja de serlo de tanto alimentar. Porque cultivar la tierra con nuevo abono promete futuras cosechas y abundancia en frutos.

Y con cada paso que doy, con cada muestra de la vida en mi propia existencia, me encuentro con ese ser expansivo y magnificente que es la Fuente, en donde todos somos amados y de donde tenemos la libertad para aceptar su abundancia o cerrarnos en nuestro diminuto mundo mental.

Así, siendo yo, con esa gran magia que tiene la vida y que sólo es cuestión de conectar con ella para verla, sentirla y amarla, permito que el camino se siga pavimentando con luz.

Om.

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