Con la Vecina

La veía todas las mañanas en punto de las siete y con el pelo recogido en un bun despeinado, nos encontrábamos corriendo, caminando o estirando en el parque. Siempre nos sonreíamos, esta no fue la excepción, pero sí fue un poco diferente…

Como cada mañana, había corrido unas cuantas vueltas al parque, su piel estaba brillante por el sudor que dibujaba canales de escarcha en su espalda. 

Miré detalladamente a mi guía, esa gota de sudor escarchada, llegar hasta la el borde de los leggings en donde se hacía una sexy hondonada con sus músculos de la espalda. ¡Como si no fuera suficientemente HOT! 

Volteó hacia atrás y creo que me vio mirándola pero no supe disimular y terminé saludándola cuando nunca lo había hecho. Si de espaldas era sexy, de frente me quería comer su boca y contagiarme de su sonrisa perfecta mientras la besaba.

Mis fantasías estaban como río revuelto, los últimos meses había puesto en mi vibrador su imagen y gemía deseando que me escuchara.

Imaginaba sus pechos pequeños mirándome y seduciendo a mi boca para que los besara. Imaginaba su piel brillante en sudor mojarme con su deseo, su lengua recorriendo la parte interna de mis muslos y por detrás de mis rodillas mientras apretaba mis nalgas con sus dientes irregulares.

Ella tiene un colmillo que sobresale de su boca y cuando sonríe se muestra coqueto. Le pregunté sobre unos estiramientos y me enseñó a hacerlos. No soy tonta, sabía que tendría que poner sus manos en mi cintura y acercarse para la explicación.

Sus manos suaves en contacto con mi piel me hacían erizar, sentía deseo de sentir su boca húmeda contra mi cuello, su lengua alegre recorrer mis orejas y la parte de atrás de mi nuca.

Nos imaginé entrando a su casa y arrancándole la ropa. Deseaba meterme sus pechos en mi boca y hacerla retorcer con pequeñas mordidas que le hicieran arquear la espalda. Su espalda… recorrería el canal de su espina y bebería miel de allí, mis manos buscarían sentir su humedad, pasar mis dedos por sus labios y jugar con el climax que se empezara a gestar.

Metería mi cabeza entre sus piernas y lamería cada centímetro de Ella, soplaría suavemente para despertarla y besarla en cada uno de sus pétalos. Mi lengua haría presión en su parte más sensible, en donde se asoma su clitoris con ganas de más contacto.

Abrió un cajón y sacó de allí una bala vibradora que me entregó para que pusiera en su clítoris, que me pedía engrosado por más placer.

Comencé a pasarlo suave y sin tocarla firmemente por sus labios para provocarle más ganas. Me miraba entre sus piernas con una sonrisa maliciosa que se desdibujaba entre sus dientes. Sus ojos tenían llamas y sus sonidos me hacían palpitar mi propio sur.

Sentí deseo de tirarme encima de ella y venirme hasta que no quedara gota pero preferí aguantarme y llevarnos hasta el límite.

Metí mis dedos en su vagina, estaba mojada y utilicé ese elixir para recorrerle los labios de arriba a abajo. Su vulva estaba hinchada y enrojecida, dejaba ver a su clitoris que llamaba a mi lengua ayudado por la pelvis.

Puse el vibrador sobre su clit y dejó caer su cabeza hacia atrás escapándosele un sutil gemido que le llegó del alma. Sus nalgas se movían apretando al clit contra la bala que yo alejaría para que siguiera cultivando deseo por mí, para que explotara en mi boca como un volcán de lava tibia y escurridiza.

Mis dedos buscaban dentro de su vagina, la zona más sensible. Con mis huellas acaricié esa nuececita jugosa que la ponía a mil. Masajeé por dentro mientras intercambiaba el vibrador por mi lengua y las succiones de mi boca.

Sentía su vagina abrazando mis dedos y apretándolos con contracciones que la hacían gemir y apretar más fuerte sus nalgas como si quisiera exprimirse contra mis dedos. Me dijo “sigue así” y mi lengua siguió marcando círculos rítmicos alrededor de su clit, solo hacía un poco más de presión para llevarla más lejos… solo un poquito…

Su vagina aceleraba las contracciones, y comenzó el baile de su orgasmo, sentí su clítoris contra mi lengua, duro y pegándose a mis dientes. Gritó agarrándome del pelo y llamando a mis dedos a ir más profundo. Me pidió que subiera a sus pechos y con mi mano adentro de ella caí sobre su cuerpo.

Subí mi boca hasta sus pezones y les pasé la lengua terminando con una suave mordidita. Los gemidos se volvían más como lloriqueos de placer, como cuando está esa línea delgada que no se sabe si es placer o tiene un poco de dolor que te genera más placer.

Mis dedos adentro y la palma de mi mano contra su clítoris que no dejaba de venirse en un gran orgasmo que le llenaba el cuerpo.

Su pezones completamente erguidos y llenos de esos puntos claritos que se sienten contra mi lengua, sus poros erizados, su vagina convulsionando entre líquidos tibios que bañaban mis dedos insistentes en su punto G.

Moví mi mano como vibrándole toda su vulva, su vagina, su delicioso y mojado monte de Venus mientras mi lengua se empeñaba en sentir la punta de su pezón erguido.

Su cuerpo se movía al ritmo del placer y mi propio cuerpo encontró su camino hacia el orgasmo. Ella me tocaba con sus manos hipnotizadas de su propio climax y encontró mi clitoris deseoso de sentirla.

Sus dedos se movían dibujando garabatos con mi humedad y despertando mis gemidos. Arrodillada sobre ella me obligó a venirme, no había forma de no hacerlo moviendo sus dedos como lo hacía. Acariciando mi clitoris como una experta en mi cuerpo y aunque no lo era porque jamás nos habíamos ni siquiera besado en saludo, el deseo que sentía por mi cuerpo la hacia tocarme en los lugares acertados.

Me acosté a su lado y entrelazamos nuestras piernas, nos movíamos a un solo ritmo, nuestros clits se besaban y se preparaban para volver a explotar. Sus gemidos suaves contra mi oreja, sus manos jalando suavemente mi pelo y nuestros pezones encontrando su ritmo en el baile me hacían volar en mis propias fantasías.

Sentí el placer explotar en todo mi cuerpo, sentí fuegos artificiales y una absoluta presencia en cada sensación de mi piel mientras pensaba en ella. Mientras confundía mis manos con las suyas y me venía con mi viejo amigo el vibrador.

Julieta.


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Ana Bolena Meléndez

La meditación es la energía que me mueve, a través de ella experimento magia. En M EDITA podrás encontrar meditaciones terapéuticas guiadas por mi, así como contenido con técnicas de respiración, visualización y sanación.

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