Coincidencias

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La vida nos pone en inesperados caminos. Pocas veces nos preguntamos o nos damos cuenta, racionalmente, de cómo es que llegamos a donde estamos.

Cuando se deja de pasear en este bello viaje llamado “vida”, caemos en rutinas oscuras que no nos permiten disfrutar del paisaje. Convertimos nuestra vida en una especie de película en blanco y negro que carece de matices, como si fuéramos robots, respirando porque no tenemos de otra.

Pero cuando abrimos los ojos y vemos la gama de colores tan fulgurosos que tiene la vida, entonces sí, es cuando el viaje vale cada momento.

En el lugar en donde menos pensé llegar, en la silla que me rehusé a sentarme y en la que me senté porque no me quedaba de otra, conocí a una de las personas más apasionantes que he conocido en algunos años.

Así me la pintó la vida: las señales eran clarísimas, por eso continué con el juego y terminé teniendo una maravillosa comida. Cuando llegué dispuesta a comer sola, incluso a pensar en escribir algo sobre lo poco común que nos parece una persona comiendo sola, terminé más acompañada de lo que nunca imaginé; y mi columna terminó en esto.

Dicen que así conoces a las almas gemelas, te toman por sorpresa, llegan a tu vida intempestivamente, te hacen reflexionar, te inspiran, te dan la vuelta.

Al final de mi tarde ni ella ni yo nos dimos cuenta de la hora. Dos perfectas desconocidas intercambiaron teléfonos y múltiples redes sociales con la promesa de a futuro compartir juntas nuestras grandes pasiones: fotografía, comida y charlas sobre destinos turísticos.

Entonces la vida vuelve y me sorprende, me hace preguntarme tantas cosas cuando me debato en concluir si son coincidencias o premeditaciones del destino.

Tienes que permitir que las cosas pasen, sacarte la coraza con la que te proteges y darle cabida a nuevos impulsos en tu vida. Nos limitamos demasiado, nos encerramos en límites de cartón carentes de sentido y pasamos por la vida como caballito de carroza, mirando sólo para el frente, cargando un montón de bagaje emocional que nos agarra a latigazos cada que nos salimos tantito del camino.

Esos llamados espíritus libres no necesariamente llegaron así a la vida. Muchas de esas personas que nos inspiran a ser libres, lucharon por esa libertad interna. Buscaron las señales y comenzaron a darle diferentes interpretaciones a su vida, encontraron la manera de traducir lo que el universo les decía y consiguieron, de tanto ensayarlo, liberar su alma.

La búsqueda es el mayor de los tesoros, porque durante esa búsqueda uno se va encontrando pequeñas gemas brillantes que iluminan nuestros pasos, durante esa búsqueda es que uno se da cuenta de que lo que empezó persiguiendo probablemente no era lo que necesitaba encontrar.

Así, mis pequeños Ciri-montes, los compelo a que le pongan más color a su vida y comiencen a disfrutar su viaje, porque quien no se lo goza entonces no tiene derecho a decir que vivió.

(Si esta columna fuera una canción de Arjona se llamaría “vida es verbo, no sustantivo”).

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