Cartas de Enamorados
Eduardo:Entonces lo entendí... ¿cómo no me di cuenta? Cómo no advertí tu mirada, cómo no vi que tus ojos ya no seguían mi sombra. Bendito ego que atrapa los colores y no deja ver el matiz malsano, y aunque lo niegues por miedo a herir mi alma, yo lo sé: dejé poner tus manos en mis ojos y escuchar tu susurro hipnótico al oído, ese que acolchonaba cualquier dolor del corazón. Pero me duele amor mío decirte que ya lo entendí; que entendí que no eres mío aunque seas gran parte de lo que soy, entendí que el amor no se empieza ni acaba, solamente se transforma. Comprendí que la vida camina y muchas veces el camino se acaba; comprendí que no hay amor más sincero que el que se acepta tal y como es. Te abro la puerta, eres libre para dejar al corazón fluir, te guardo en el cajón de mis tesoros más preciados, un espacio que poco habitan y en donde lo eterno puede existir. Y me pregunto nuevamente ¿cómo no lo vi? ¿Cómo fue que me perdí tu olvido? Mientras mi olvido se mentía esperando tu regreso. Entonces repaso nuestros últimos besos y recuerdo un sabor de almizcle, un olor en tu respiración que desentonaba nuestras pulsaciones, una desilusión en mi alma por golpearme con la verdad en la cara, por desangrar la herida para sanarla de nuevo. Con la aguja de los recuerdos y los hilachos de nuestra historia suturé la herida, pegué la piel tan perfecto como embonaban nuestras bocas. Ahora sólo espero que quede una cicatriz con olor a primavera, con nuestras risas cómplices y las noches de luna que hicimos el amor. Suelto a este corazón atado al tuyo por miedo a dejarte ir, deshago los nudos que aflojamos en la necesidad de separarnos e ir hacia donde el destino decía que el camino debía ser; sin entenderlo verdaderamente, sin comprender en qué momento... todo falló. Te libero amor mío para que nos dejemos encontrar la felicidad. Siempre Tuya, Violeta