Gracias por venir a Francia / Thanks for coming to France
Veníamos soñando con viajar por Francia. Nuestro plan de descanso siempre consiste en comer increíble y, en caso de Francia, tomar vinos imposibles de pronunciar. Pero el viaje se post ponía y con el tiempo las noticias se fueron llenando de violencia, terrorismo, dolor.
El momento de nuestro viaje llegó justo después del acto violento en Niza. Por supuesto, yo no quería ir a Niza, ni a la costa azul, ni a Francia. Ni loca que estuviera.
Con tantos lugares para ir de vacaciones, ¿para qué andar en aeropuertos, estaciones de tren y todos esos lugares que son la panacea del Kamikaze y loco en general? y no, no era pregunta retórica.
Así que buscamos otros destinos pero como aquel dicho que reza "cuando te toca, aunque te quites y cuando no, aunque te pongas", salimos en un vuelo directito Miami–París con 10 días por delante de Provincia Francesa y Costa Azul.
Gracias a un pep talk de mi pollo que es mi coach de cabecera, comprendí la exageración de mi miedo y cómo ese miedo exagerado iba, incluso, en contra de mi propia ideología. La vida sigue, la gente viaja y no podemos dejar de visitar o conocer lugares hermosos por algunos eventos aislados que, además, buscan controlarnos con miedo, tenía razón.
Con este recorrido pretendíamos conocer más del país en donde más rico comemos del mundo. Así que comenzamos con la insignia romántica, la capital del vino de la casa: Paris, por donde caminar jet laggeado hace parte de la experiencia urbana.
Al siguiente día y como todo jet laggeado que se respete, nos levantamos antes que los pajaritos para caminar rumbo a la estación de tren jalando maleta. Justo ese momento, antes de que clareara el cielo que es cuando más inseguro se siente uno, pensé en lo terrible de presenciar o perder a alguien en un ataque terrorista.
Mientras caminábamos por la estación, miré a una señora con cinco hijos, un par de viejos que parecían salir de vacaciones, una familia con un perro, un chico que parecía un estudiante, tanta gente que valora su vida, que es amada y que ama. Miré a mi pollo y apreté su mano, él pensó que le decía "te amo" en nuestro lenguaje sin palabras, pero en verdad me aferraba a su mano sintiendo dolor por la sola idea de perderlo en manos de gente loca que quieren hacer un punto de odio.
Llegamos a Arles (que es imposible pronunciar sin carraspear la baba gutural) y que es oficialmente el pueblo más espectacularmente raro que he conocido. Raro porque encontrar un Coliseo en plena Francia es como encontrar col en los tacos, cebolla en la mazamorra o zona de no fumadores sin humo en el viejo continente.
El miedo hizo más parte de la expectativa que de la experiencia. Una vez se retira el velo del miedo o la incertidumbre, comienzas a abrir tu mente y a vivir lo que sea que está dispuesto para ti en el camino.
Llegó uno de los planes anhelados, ir a la zona de vinos y comprar botellas que no te quieres tomar nunca y que cuando las abres no quieres que se acaben y que cuando se acaban ya quieres volver a Francia por otra de esas.
Después de haber aprendido en Avignon que si no comes entre 12 y 2pm te cierran todo, te pones de malas, te pierdes en las calles caminando en círculos, y terminas en el lugar que te recomendaron desde el principio, que es el único que no cierra en esos horarios y que además es el lugar más encantador y delicioso de ahí; decidimos sentarnos en el primer restaurante que nos hizo ojitos a las 12:30 en punto.
Una fondita cualquiera, bastante familiar en donde nos pasaron a un fondo por allá lejos, se moría de aburrimiento un payaso, unas cuantas mesas y nosotros ahí como olvidados. Pero como la lección de Avignon fue aguda, decidimos darle chance al universo de que nos dijera por qué coño estábamos sentados en la mesa más triste de Francia, why oh why divino baby! estábamos por allá en una esquina junto a la familia de Ratatouille.
15 minutos más tarde, el lugar estaba al tope, la familia de Rataouille eran simples sombras de lámparas de suelo y nosotros nos metíamos el primer bocado de ravioles de trufa a la boca. Ahí estaba el por qué o el juay –por si está leyendo López Dóriga :D.
Salimos de St Remy en un carro que nos llevaría hasta Niza, pasando por Grasse –en donde acontece una de las historias literarias que más me apasiona: El Perfume– luego parariamos en St Paul de Vence para conocer el pueblito que prometía más fotos espectaculares, hasta llegar a Niza a dejar el carro y decir YES! llegamos a la Costa Azul!!
Así arrancamos a las 10 am con los planes de llegar a Grasse a la 1pm –a más tardar– el GPS nos guiaba felizmente con voz de eshpañola tío, ¡y olé! La ocasión merecía mi lista HAPPY MUSIC, y así we Hit the road, Jack ;)
Las 11 y nosotros seguíamos en casa del carajo, decidimos revisar la ruta y nos dimos cuenta de que el GPS estaba programado para evitar casetas y no solo eso, sino tomar la via más larga. Era muy tarde para regresarnos, nos tocaba seguir y llegar a las "4", era el mejor panorama.
Eran las 12 del día y estábamos en el lugar más alucinante que he visto en toda mi vida, una montaña con neblina, paisajes inmensos, luego campos que en verano florecen en lavanda. Viñedos, cráteres en las montañas, aroma a pino, frío, lluvia y un restaurante rodeado con un aura angelical; el ventiúnico en el camino.
Estaba lloviendo, eran las 12:40 del día y teníamos que asegurarnos que comeríamos antes de las dos so pena de morir de hambre en las montañas de la campiña francesa mientras los oriundos duermen la siesta y las mil y un ovejas pastan en cámara lenta.
Llegamos a un lugar de cuento. El mesero era como me imaginaba a Jean Baptise Grenouille, el personaje principal de El Perfume, Juanca le encontró parecido con el chico de Ratatouille , entonces arruinó mi fantasía literaria, tenía toda la razón era idéntico a Linguini.
Ni siquiera puedo poner en palabras lo delicioso que comimos, era como si Jean Baptise Grenouille le hubiera sacado la esencia al arte culinario francés y nos lo hubiera servido en el plato con el mejor vino de la casa de la historia de las montañas francesas y las ovejas en slow motion.
Llegamos a Grasse, mucho más tarde de lo que pensábamos llegar, retrasando nuestros planes a St Paul. Para este punto del camino no me quedó más que reflexionar en las expectativas. Por supuesto, cuando supe que conocería el pueblo en donde se da gran parte de una de mis historias favoritas, me lo imaginé, por supuesto... diferente.
Siempre que ponemos expectativas en algo, estamos cerrándonos a que las cosas puedan ser diferentes y nos ponemos de pechito para sentir frustración. Por supuesto, yo había imaginado a Grasse de una forma y aunque me pareció encantador en su manera, no es uno de los lugares memorables del viaje.
Y si menciono la experiencia con un lugar que no me resultó tan memorable es porque lleva amarrada una linda lección, lo cual curiosamente lo vuelve memorable.
Se trata del camino, no de la meta. En el camino pasamos más tiempo, en el proceso de crear algo es en donde se desarrolla nuestro día a día.
Cuando ponemos demasiada expectativa en la meta y por eso no disfrutamos el camino o aceptamos caminar cualquier camino con tal de llegar a ese lugar, entonces sentimos que fue una pérdida de tiempo si es que la expectativa no fue cumplida -que nunca lo es pues las expectativas fueron inventadas para no cumplirse.
Si el proceso lo disfrutamos y nos sentimos nutridos por él, entonces la meta se vuelve un simple punto de inflexión que disfrutas porque es lo que seguía en el camino.
Llegamos a Niza una noche lluviosa después de que St Paul de Vence nos escupió a 20 minutos de haber llegado con una lluvia torrencial. En cuanto vimos el hotel ambos sentimos decepción, pero ninguno la aceptó, los dos quisimos verle la cara buena y no ponernos con m@m@das así que nos bajamos y subimos a la habitación.
La frustración ahora sí fue inminente. Teníamos otra expectativa del hotel. Las fotos eran muy diferentes a la realidad, la opción estaba: cambiarnos de hotel. La pereza era mayor, queríamos cenar y tomar vino hasta que la habitación se viera como en las fotos.
Así que nos convencimos de no ser pelotudos y dormir en ese hotel, total serían solo dos noches y solo llegaríamos a dormir, sin embargo, la frustración era evidente. Nos encaminamos hacia la zona de restaurantes y mientras alegábamos de las fregadas fotos del hotel y la alfombra y esto y lo otro, vimos a una mujer inmigrante durmiendo en la calle, sola, con una maleta y su sleeping bag. Hasta ahí llegó la conversación de las pobres víctimas de unas fotos de cuarto de hotel en sus soñadas vacaciones. Slap in the face.
No somos conscientes de ello, pero si tenemos techo para dormir y comida una vez al día, entonces formamos parte de un mínimo porcentaje de la humanidad, el 1% por si alguien quiere número. Esa es la realidad de Europa en este momento, y como "al caído, caerle", nos compadecemos de lejos pero, por supuesto, planeamos visitar otros lugares, no vaya y sea. Eso, desmejora aún más la economía, por ejemplo, El Louvre, este año perdió dos millones de visitantes, eso es el 20%, si consideramos que el turismo para Paris es el 9% de su producto interno bruto pues nos podemos dar cuenta, mis queridos Watsons que se encuentran en un pequeño problemita.
Al otro día, nos fuimos en tren a la dimensión de la opulencia: Mónaco.
La tierra en donde vive el 0000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000001% de la población con más billete del mundo mundial universal de todas las galaxias multibillonarias. Allá en donde las aerolíneas no se anuncian porque los espectaculares se ocupan por alquiler de jet privado y en la que bajarse de un Maserati es de rotos gooeeey. Dicen que se le ha visto a Cindy la Regia "wonderear" por ahi...
El viaje iba llegando a su fin, nos quedaba una noche más en Niza y una en París. Caminamos por Niza y llegamos al lugar en donde fue el evento del loco en el camión y nuevamente sentí la piel erizarse, sentí esa energía de miedo generarse en mi estómago como una bola de fuego frío.
El miedo a la muerte es más letal que la misma muerte, no te deja vivir, no te deja morir... El sonido del mar golpeando la playa de piedra silenció mi mente, mis pensamientos de miedo, todo se neutralizó. Sentí como si mi alma hubiera llegado a una de sus casas, caminamos por la playa hasta el mar, en donde nos sentamos a escucharlo cantar con su agua cristalina.
Grabé el sonido del mar para utilizarlo en mis meditaciones, es complejo describir un sonido, puedo decir que era hipnótico, claro, juguetón y relajante... júzgalo tu mismo.
Entonces sucedió lo que la solamente la sincronía perfecta pudo haber creado;
Nos sentamos en una pizzería a comer, en la mesa de al lado se sentó un señor barbado con un perro blanco hermoso. El hombre llamó a su perro por su nombre: Maya y yo automáticamente volteé ¡se llama como mi Mayath! –bueno muy parecido– y comenzamos a cruzar saludos con el señor.
Llegaba el momento de despedirnos y nos dijo "Gracias por venir a Francia, especialmente en estos tiempos violentos. No nos podemos dejar contagiar del miedo, tenemos que unirnos y saber que somos uno, que somos amor".
Boom! Como bombas de amor explotaban en mi corazón sus palabras llenas de sincero agradecimiento. Somos uno, somos uno, somos uno... lo olvidamos, lo olvido tan a menudo... Es un click, un momento en el que nos cerramos y cedemos al miedo que nos cambia la frecuencia del pensamiento y nos borra que no estamos separados, que somos un mismo ser y que si les duele a Francia, al mundo, nos duele a nosotros. Si permitimos amedrentarnos somos nosotros mismos quienes acabamos con un país, no las bombas, no los actos de violencia que nos quieren fomentar el separatismo. Somos nosotros que nos permitimos ser víctimas y no nos atrevemos a vestirnos de guerreros.
Momentos con emociones imposibles de guardar en una fotografía, confío en mi memoria para jamás olvidarlo.
Ahora me pregunto, si tomara la decisión otra vez, ¿me volvería a dar miedo?
Es posible que si pues el miedo está presente en todos lados, más cuando hay motivos de sobra para tener miedo: ataques terroristas, Francia ha sido blanco de historias de terrorismo desde el 2015 y poco a poco, como semillas que se convierten en flor, el miedo, las noticias y el voz a voz, nos empujan hacia permitir que el terror gane.
Por ahora está ganando.
¿Qué podemos hacer? No estoy diciendo que se vaya a visitar una zona de guerra, pero personalmente me llevo de aprendizaje ser sensata cuando siento miedo. Aprendo que el análisis me puede llevar a cambiar de opinión y que en ese cambio de opinión puedo aprender tanto que hubiera decidido no experimentar, por miedo.
Los hoteles en Francia han tenido que cerrar en plena temporada alta, eso se refleja en 15 millones de turistas menos este año y eso significan muchos muchos millones de euros que mantienen a flote uno de los países más apasionantes del mundo.
Hasta la próxima mi soñada Francia, nos volveremos a ver con menos miedo y mucho más amor...
"Gracias por venir a Francia, incluso en estos tiempos violentos, nos debemos mantener unidos..." Maya´s dad
Au revoir,
AgasduOgquide (AlasdeOrquidea en baba gutural francesa)